Entreno a un equipo de futbol-siete.
Ayer por la tarde jugábamos el partido decisivo del campeonato.

A mi espalda, en la otra mitad del campo, jugaban, al mismo tiempo, un partido las aspirantes a miss España, divididas en dos equipos, por un lado las de 18 y 21 años y en el otro equipo las de 19 y 20. ¡Madre de dios que cuerpos! ¡Y metidos todos dentro de aquellas licras tan ajustadas!

La entrenadora de las de 18 y 21 era como un sargento. Se pasó el partido gritando a sus chicas:
-Cuando te la metan, tanto si es dentro como furea del area, témplala, disfrutala un poco y deja que una compeñera la disfrute también.
-¡Cierra las piernas, que te la van a meter por ahí!
-¡Ven! ¡Correte ahí! Asi... despacio, no tengas prisa.
-¡Pero es que no veis que esta está sola y aburrida!, ¡a ver si se la meteis de vez en cuando!
Terminaron el partido 7-5. No puedo precisar a favor de quién, porqué no sé cual jugaba como local.

Mis chavales, me avergüenza decirlo, no sé como terminaron. No se si somos campeones o no. Cuando finalizaron los dos partidos, firmé el acta arbitral sin, siquiera, mirar el resultado.

Cuando me dirigía al vestuario, no sabíe que tenía que decirles a mis chavales.
Opté por lo mas fácil. Abrí la puerta de golpe y grite:
-¡NO PASA NADA!
Me quedé estupefacto, patidifuso, ¡garratibat! (como decimos en catalán), me había metido, por error, en el vestuario de las misses. Todas las chicas, en pelota picada, debajo de las duchas.

Al cabo de un segundo, que a mi me pareció una eternidad, la entrenadora-sargento, me espetó:
-¿Y TU QUE COÑO QUIERES?
-¿Se puede elegir?, acerté a balbucear.