El otro día llegué a casa, con un regalo para la parienta. Le llevaba una vajilla, preciosa, de 120 piezas todas pintadas a mano. La caja pesaba un huevo.
Al cruzar la puerta de casa con el voluminoso paquete, me dice la mujer:
-Cariño ¿te has enterado de que la vecina tiene SIDA?
¡A tomar por el culo vajilla!, se me escurrió de las manos.
|