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MAGNUNMAN
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ENCUENTRO EN LA BASE DE TALAVERA LA REAL

(12 de noviembre de 1976)






Hacia las 01:45 horas del 12 de noviembre de 1976 dos soldados, José María Trejo y Juan Carrizosa, se encontraban de guardia en la zona de combustibles dentro de sus respectivas garitas. Ambas estaban alejadas unos 60 metros una de otra dentro de la base militar de Talavera la Real (Badajoz).



[B][I]BASE AEREA DE TALAVERA LA REAL[/I][/B]

Así corría la noche cuando comenzaron a estuchar un silbido penetrante que hacía daño a los oídos. Los soldados, sin salir de su garita, buscaban el origen de dicho sonido, sin encontrarlo. A los cinco minutos cesó.

Prepararon sus armas e iniciaron una primera inspección ocular por los alrededores. Nuevamente el chirriante sonido comenzó; tan intenso era que parecía que les iba a estallar la cabeza. Otra vez reinó el silencio y pudieron advertir una luz parecida a la de una bengala que desapareció a los pocos segundos.

Un tercer soldado, José Hidalgo, llegó hasta las garitas acompañado de un perro. Quería saber si ellos habían visto la luz. Ante tales acontecimientos y en prevención de que el perímetro de la base hubiese sido asaltado con las intenciones de sabotear las instalaciones se decidió dar aviso al cabo de guardia, quien inmediatamente ordenó una inspección ocular.

Con las armas cargadas y los cinco sentidos alerta comenzaron la inspección del terreno. El perro, especialmente entrenado para estos casos, no mostraba ningún signo de inquietud y eso les tranquilizó.

En un momento dado, los tres soldados sintieron como un remolino. Cargaron sus armas y escucharon que se rompían ramas de un eucalipto cercano. Se soltó al perro, que salió veloz hacia el lugar del sonido, pero en instantes el animal volvía como mareado. Esto ocurrió varias veces hasta que el perro comenzó a hacer círculos alrededor de los soldados, signo evidente de que estaban ante un peligro inminente. Gritaron el alto y José María Trejo percibió tras él una presencia. A 15 metros se encontraba un ser formado de puntos de luz de 3 metros de altura. Trejo intentó disparar, pero cayó en tierra, aunque consciente. El ser luminoso parecía no tener piernas y mostraba sus brazos en cruz, aunque tampoco le notaban las manos. Los otros dos soldados se giraron y vaciaron sus cargadores sobre aquel ser, que se encendió como un flash y desapareció, apareciendo otra vez el sonido silbante.



En silencio ayudaron a incorporarse al soldado Trejo y toda la base fue puesta en estado de máxima alerta. Al día siguiente se inspeccionó el punto exacto del encuentro y no se encontró ni un solo casquillo, ni una bala perdida empotrada en el cercano muro que rodea al perímetro, ni tan siquiera una marca en él.

A los pocos días José María Trejo, al entrar en el comedor, cayó inconsciente al suelo tras haber mostrado signos de ceguera. Inicia entonces un periplo en el que se entremezclaban estados de ceguera con un posterior ingreso en una institución hospitalaria. El 30 de noviembre definitivamente será ingresado por espacio de un mes en el hospital del ejército del Aire en Madrid donde, después de concienzudos análisis se llegó a la conclusión de que el militar había sufrido algún tipo de desajuste nervioso.

El caso nunca trascendió a la prensa y se presionó a los soldados para que mantuvieran silencio.
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