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pegaso21
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Un Off-topic, no cuenta para concurso ni tiene nada que ver con esto pero me apetece soltar un ladrillazo.............


[SIZE="1"]El Cielo Está Enladrillado



Una tarde Antonio y Antonieta estaban sentados en la mullida hierba del prado. No podían verse porque entre ellos se alzaba un muro de ladrillos. Nadie sabe quién lo puso ahí, pero ahí estaba, y desde su lado del muro los dos contemplaban como el sol se acostaba tras el horizonte.

Cuando ya se despedían los últimos rayos de luz de la boca de Antonio volaron unas palabras, unas palabras pequeñitas, traviesas, que se colaron revoltosas por los recovecos del muro de ladrillos hasta llegar a los oídos de Antonieta:

—Antonieta ¿Me das un beso?
—No puedo —contestó Antonieta
—¿Por qué no puedes?
—Porque tenemos en medio un muro de ladrillos
Antonio reflexionó un instante y preguntó:
—Y si quito los ladrillos ¿Me darás un beso?
—Entonces ya veremos

Antonio comenzó a apartar ladrillos. Los lanzaba con fuerza hacia el otro lado del prado donde caían amontonados formando un nuevo muro. Tantos ladrillos lanzaba que el muro creció hasta cubrir las copas de los árboles abarrotadas de gorriones.

Mientras tanto Antonieta se aburría y pensando qué hacer se le ocurrió una pregunta para Antonio:

—Antonio —dijo Antonieta con una inocente sonrisa—, ¿Me das un beso?.
—No puedo —contestó Antonio.
—¿Por qué no puedes?.
—Porque estoy quitando ladrillos para que tú me des un beso.
Antonieta reflexionó un instante y volvió a preguntar:
—Y si te ayudo a quitar ladrillos ¿Me darás un beso?
—Entonces ya veremos

Antonieta ayudó a Antonio a quitar ladrillos. El nuevo muro creció aún más deprisa y pronto sobrepasó las cimas nevadas de las montañas.

Los ladrillos parecían no acabar nunca, había más ladrillos que flores en un jardín, más ladrillos que peces en un río, más ladrillos que palabras en un libro.

—Antonieta —insistió Antonio— ¿Me das un beso?.
—No puedo —
—¿Por qué no puedes?
—Porque estoy ayudándote a quitar ladrillos para que yo te dé un beso
—Y si te ayudo a ayudarme a quitar ladrillos entonces ¿Me darás un beso?
—Entonces ya veremos

Antonio siguió quitando ladrillos y el montón donde caían fue tan alto que ocultó la luna que acababa de salir, lo cual resultó muy molesto para la luna, que cuando sale a mostrar su belleza ante el negro telón de la noche, gusta de encontrarse con un buen público compuesto por enamorados abrazados, lobos aulladores y poetas buscando inspiración, no con un gigantesco muro de ladrillos. Pero poco podía hacer la Luna desde allí arriba y no le quedó más remedio que esperar a que la historia continuara.

Antonieta seguía queriendo un beso. Esbozó de nuevo una sonrisa inocente (es que se le daban muy bien las sonrisas inocentes) y volvió a preguntar:

—Antonio ¿Me das un beso?
—No puedo
—¿Por qué no puedes?
—Porque estoy ayudándote a que me ayudes a quitar ladrillos para que tú me des un beso
— y si te ayudo a ayudarme a que te ayude a quitar ladrillos, ¿Entonces me darás un beso?
—Entonces ya veremos

Antonio y Antonieta quitaban más y más ladrillos mientras en sus mentes se dibujaban los trazos del beso que esperaba al otro lado del muro: —¿Cómo será ese beso? —Se preguntaron— ¿Será un beso de esos traviesos de los que dejan los labios presos pidiendo más besos?...Y entre besos soñados y ladrillos arrojados, el muro del otro lado del prado fue cubriendo una a una las estrellas que del cielo colgaban hasta que no quedó libre ni un solo rincón en el firmamento.

En un pueblo cercano las gentes salieron de sus casas y observaron pasmados como el cielo sobre sus cabezas se hallaba totalmente cubierto de ladrillos.

—No se ven los árboles —decían unos.
—Ni las montañas —gritaban otros
—Ni la luna, ni las estrellas— comentaban unos y otros

Un niño que salía de la escuela tras asistir a una clase de trabalenguas miró al cielo lleno de ladrillos y, muy ilusionado por poder poner en práctica lo aprendido aquella mañana, se puso a recitar:

— El cielo está enladrillado ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrillé buen desenladrillador será.

A lo que todo el pueblo secundó gritando al unísono:

— El cielo está enladrillado ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrillé buen desenladrillador será.

Cuando los habitantes del pueblo de al lado salieron de sus casas y miraron al cielo, se quedaron pasmados con los ojos abiertos como cacerolas, y desde el más grande al más pequeño, comenzaron a gritar:
— El cielo está enladrillado ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será.
Pero no había desenladrilladores en aquel pueblo. Lo único que tenían era a Tres Tristes Tigres que comían Trigo en un Trigal, pero no quisieron ayudar porque estaban muy deprimidos.
Y las gentes del pueblo, y Los Tres Tristes Tigres, mirando al cielo, repitieron:
— El cielo está enladrillado ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será.
Llamaron a los mineros para que con sus picos horadaran el muro, pero los mineros prefirieron plantar flores en los huecos de la pared.
Y las gentes del pueblo, Los Tres Tristes Tigres, y Los Mineros mirando al cielo repitieron:
— El cielo está enladrillado ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será.
Llamaron a los poetas para que con sus bellas palabras conmovieran al muro pero los poetas prefirieron escribir palabras de colores en los ladrillos.
Y las gentes del pueblo, los Tres Tristes Tigres, Los Mineros y Los Poetas mirando al cielo repitieron:
— El cielo está enladrillado ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será.

Mientras tanto, entre Antonio y Antonieta ya no quedaban ladrillos que apartar y, como no tenían muy claro quién tenía que dar un beso a quién, para no pelear, se lo dieron a la vez.
Y menudo beso.
Fue un beso de esos traviesos que dejan los labios presos pidiendo más besos.
Un beso que hizo retumbar a los árboles, a las montañas, a la luna, a las estrellas y a los cometas. Un beso que hizo que retumbaran los ladrillos que el cielo enladrillaban, y el gigantesco muro se desmoronó sobre la tierra.
Antonio y Antonieta habían desenladrillado el cielo.
La gente del pueblo, Los Tres Tristes Tigres, Los Mineros y Los Poetas lo celebraron con una gran fiesta y nombraron a Antonieta y Antonio desenladrilladores oficiales de Villabaldosa (que era el nombre que tenía el pueblo) con un diploma, una gorra y una camiseta que decía: “Desenladrilladores Oficiales de Villabaldosa”.
Cuando estuvieron por fin solos Antonio se acercó a Antonieta y susurró en su oído:
—Antonieta: ¿Qué vamos a hacer ahora que somos desenladrilladores?
En la boca de Antonieta se dibujó una sonrisa y con palabras suaves como suspiros contestó:
— Cuando las noches lleguen al prado,
Tu y yo, juntitos
con un saco bien lleno de ladrillos
volveremos a enladrillar el cielo,
y cuando lleguen las mañanas,
con nuestros besos
lo desenladrillaremos.

Y así fue.

Fin

Arturo Abad[/SIZE]
__________________
Saludos a todos.


@20008


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