Veo que hay pocos amantes de la poesia, no se si cambiar y escribir sobre mis grandes pasiones que son la caza y el tiro por ver si encuentro a algun aficionado jajajajajajajaja
|
MI COMPAÑERO
¡¡Vivan los cantes bonitos!! viva la gente morena que con un cante de Cai se hase un entierro a sus penas. ¡Viva el vino de Sanlucar y el aguardiente de moras, me emborracho, y no hecho cuenta de si el corazón me llora. ¡La mujer que me quería con otro la he visto hablar, pos... aunque me cueste la vía no habrán de verme llora. ¿Dolerme?, si que me duele que me falte su querer... pero... agarro siete duros, y...¡¡echa vino, montañé!! Talento y priva: no hay duca que a mí me levante er gallo. ¡¡Pero...si no he llorao tan siquiera la muerte de mi caballo!! Hay... que caballo mas güeno, y que estampa mas señorona, tomaba café con leche lo mismo que una persona... Pelo a pelo lo montaba, na de silla ni de espuelas, pero hombre...si cuando chiquitito venia conmigo a la escuela. Me pego un día el maestro por no saber geografía y er potro le dio dos coces que lo trasladó a Turquía. Cuando el tifus, que ni un pelo faltó pa que me muriera no había quien lo arrancara de junto a mi cabecera. Siempre juntos como hermanos, era igualito que yo, ¿que importaba que el tuviera cuatro patas y yo dos? Las orejitas de punta, los ojos como candiles, a cuarenta y siete leguas divisaba a los siviles. A la vista de un tricornio se bebía las distansias y cuando nos daban el alto ya estaba el caballo en Francia. Y si yo inspeccionaba los corrales de gallinas me decía en un relincho, ¡Tú...! que vienen las vecinas... y como yo pretendiera de amores a una serrana se arrodillaba el caballo debajo de su ventana. Hay...que caballo mas güeno y que compañero mas fino pos.... no lo lloro.... me bebo las lagrimas con er vino. Que vengan las negras ducas que na me importa a mi con er vino de Sanlucar yo, me harto de reí. Un domingo fui a los toros, que tarde mas divertía, viendo al niño del bollullo la de miedo que tenia... Al picaó de reserva le arrearon tres tomates que la chaquetilla verde se la pusieron granate. ¡Sinvergüenza!¡picatoste! vamos ar toro, ¡¡a picá!!... y el me dijo: es el cabalo que no quiere camina. Y era el caballo, mi caballo el compañerito mió que yo estaba dando voces y me había conocio. Me llamaba desde lejos con un relincho de pena. ¡¡Los gitanos nian vendio pa darme muerte en la arena!!... Ampárame, compañero defiéndeme en mi vejez que el toro me esta mirando y no me puedo vale. En la rai de mis güesos sentí un temblor de agonía, y en aquel instante el toro como un rayo le envestía. Quise arrojarme, salvarlo de aquella muerte certera pero alguien me gritó... a la cama, a dormir la borrachera. Dios del cielo, juez divino manda a toa esta gente un castigo que se arrejunta por miles pa asesinarme a un amigo... Una mujer,...desde arriba, le echó al caballo una rosa, ya lleva entierro con flores, ¡¡que Dios te lo pague, hermosa!! Se queó como un guiñapo muerto allí sobre el estribo, pero yo, como soy hombre, me divierto, bebo, y vivo. vino fresco, dame pronto vino de la Parma que esta de cuerpo presente mi compañero del alma. Que se calle, que se siente ¿porque chilló ese guasón? ¡¡Porque ese torito negro me ha partio el corazón!! Pero soy hombre y no lloro la muerte de mi caballo aquel que murió en los toros aquella noche de mayo. |
salud..
|
ROMANCE DEL ACABOSE
Aquello puede acabarse del modo que te convenga. Yo te prometo colgarme en el pescuezo una piedra y echarme de noche al río sin que tú misma lo sepas. Yo estoy dispuesto a cargar con la pólvora más negra un cachorrillo de hierro y que las sienes me muerda. Esto puede acabar del modo que te convenga, esta tarde o esta noche o después cuando amanezca. Sólo con que tú me lo digas: “Se acabó la historia aquella.” pero lo que no podrás es que acabemos a medias. Que en amistad trastoquemos lo que fue pasión deshecha; que tú vayas por la calle y yo por la calle venga, y nos digamos ¡”Adiós”! como amigos que se encuentran. Que tu digas: “Aquel tiempo!” que yo diga:¡”Aquella fecha!” y que los besos sorbidos boca a boca, vena a vena, no se nos pongan de pie como claras bayonetas y nos claven por cobardes sobre la cruz de las piedras. Amantes fuimos los dos que amarse no da vergüenza; comimos del mismo pan; pisamos la misma hierba, y las paredes calladas huelen al que oler sepa, a vida que hicimos juntos llevando la misma senda. Amantes fuimos los dos: el fuego tú; yo la yesca; tu, la soga; yo el caldero; tú, el aire, yo la veleta. Años enteros unidos en una misma cadena de sobresaltos y besos, de conciencia y de inconsciencia, de quietud y de inquietud. ¡Ay, Dios que si lo barruntan! ¡Ay, Dios que si lo comentan! ¡Ay, que si me ven contigo! ¡Ay, que si contigo me ven! Besos entre sobresaltos; entre amarguras promesas. Saber engañar a todos y tener la verdad nuestra; de estar por dentro casados en una alianza secreta. Casado estuve contigo; arras fueron las estrellas, y en el libro de la vida quedó por siempre una fecha; que era junio y era un día que olía a cosas eternas. Amantes fuimos los dos, que amarse no da vergüenza. Amantes fuimos de llanto, amantes de complacencia, amantes porque te di todo lo que tu me dieras. La vida tuya fue mía: la mía, tú te la llevas. Hasta ayer. Ayer me dices claramente, por las buenas, que nos conviene acabar con aquella historia. ¡Aquella! Eso no nace de nuevo no la improvisas a ciegas; eso, razón razonada, “agua que viene de alberca no se detiene ante nada”. ¿Qué vamos a acabar? Bueno; como mejor te convenga. Y estoy dispuesto a colgarme en el pescuezo una piedra y echarme de noche al río sin que tu misma lo sepas. ¿Tú que harás? ¿Entrarte a monja? ¿Beber solimán a ciegas? ¿Ponerte un ascua en las sienes para que derritan su cera? Sólo así podrá acabar pasión que fue tan entera. ¿pues otra cosa creías? ¿Pues otra cosa alimentas? ¿Qué amor se puede cambiar en amistad sin ojeras? ¿Qué amantes y amigos son como dos varas gemelas, y que se corta la una cuando la otra se seca? ¿Qué quien te tuvo en sus brazos y saboreo tu lengua, y hundió contigo la almohada junto a tu misma cabeza puede ser el amigo ese que, cuando se le tropieza, se le dice: “Adiós, amigo!”, y se sigue la vereda? Pero ¿quién te ha trastornado quién te ha dado esa ceguera? El amor cuando es amor, sólo tiene dos certezas: el odio, verdad de sangre; la muerte, certeza negra. ¿Qué vamos a acabar? Bueno; como mejor te convenga. Pero ¿amigos? ¡Nunca! ¡Nunca! Te estoy deseando muerta, me estoy deseando muerto, pero sin amor a medias. Si tú quieres, llámame; yo te llamaré si esperas. ¡Hazme el nudo corredizo; eche yo el nudo a tu cuerpo, y acabemos esta vida que por tanto amor te pesa! |
UN GRAN AMOR
Un gran amor se nos acaba un día y es tristemente igual a un pozo seco, pues ya no tiene el agua que tenia pero le queda todavía el eco. Un gran amor, un gran amor lejano es algo así como la enredadera que no quisiera florecer en vano y sigue floreciendo aunque no quiera. Y, en ese gran amor, aquél que ama compartirá el destino de la hoguera, que lo consume todo con su llama porque no sabe arder de otra manera. |
ASÍ TE QUIERO
El día trece de julio yo me tropecé contigo. Las campanas de mi frente, amargas de bronce antiguo, dieron al viento tu nombre en repique de delirio. Mi corazón de madera muerto de flor y de nidos, floreció en un verde nuevo de naranjos y de gritos, y por mi sangre corrió un toro de escalofrío, que me dejó traspasado en la plaza del suspiro. ¡Ay trece, trece de julio, cuando me encontré contigo! ¡Ay, tus ojos de manzana y tus labios de cuchillo y las nueve, nueve letras de tu nombre sobre el mío que borraron diferencias de linaje y apellido! ¡Bendita sea la madre, la madre que te ha parido, porque sólo te parió para darme a mí un jacinto, y se quedó sin jardines porque yo tuviera el mío! ¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo? ¡Pídemelo y al momento seré un clavel amarillo! ¿Quieres que vaya descalzo llamando por los postigos? ¡Dímelo y no habrá aldabón que no responda a mi brío! ¿Quieres que cuente la arena de los arroyos más finos? Haré lo que se te antoje, lo que mande tu capricho, que es mi corazón cometa y está en tu mano el ovillo; que es mi sinrazón campana y tu voluntad sonido. Nunca quise a nadie así; voy borracho de cariño, desnudo de conveniencias y abroquelado de ritmos como un Quijote de luna con armadura de lirios. Te quiero de madrugada, cuando la noche y el trigo hablan de amor a la sombra morena de los olivos; cuando se callan los niños y las mocitas esperan en los balcones dormidos; te quiero siempre: mañana, tarde, noche... ¡por los siglos, de los siglos! ¡Amén! Te querré constante y sumiso, y cuando ya me haya muerto antes que llegue tu olvido, por la savia de un ciprés subiré delgado y lírico, hecho solamente voz para decirte en un grito: ¡Te quiero! ¡Te quiero muerto igual que te quise vivo! |
salud..
|
ROMANCE DE LA MUJER CON LAS MEDIAS ROTAS
Y llego la primavera y en el altar de la sangre se ofrendó latir de fiesta. Desde el insecto a la rana desde el grajo a la pantera, desde el burro al saltamontes y toda la escala esa del bicho y del ser humano, de plantas, de agua y de tierra, se estremeció y, con gustillo, se movió de otra manera. Se vistió el campo de gala. Ya el agua no era tan fresca. Los besillos de la brisa sabían a besos de nenas. Había ratos con chubascos pero eran nubes ligeras, y el sol inundaba el mundo de Santa Cruz de la Higuera. Recuerdo que estaba yo tomándome una cerveza, cuando escuche que decían: <¡Ay, cullons, vaya unas piernas! Seguro que ella no sabe que lleva rotas las medias> Miré…¡Coño, que mujer! ¡Si es una clásica griega! ¡Que planta!¡Que movimiento! ¡Que culo y que delantera! Y con esas medias rotas… ¿Quién es?¿Que quiere?¿Que piensa? Andamios tragando espacio, albañiles en la brega, fogonazos de palabras y silbidos…¡Esa, esa es una mujer que tiene molinos en la cabeza! La seguí tocando el arpa de las palabras discretas, haciendo ovillos de luces y líricas morisquetas. Me escuchó…Me dijo:<Ay, si Vd. supiera… supiera. Pero si no se lo digo seguro que no se entera, ni Vd. sabrá que yo soy Socorrito Picaperas.> No lo sabía. Se lo juro -dice arqueando las cejas- vengo de un pueblo de Asturias y de hoy no se ni la fecha. Dígame, cuénteme, sálveme con su verde enredadera; coleccióneme, si quiere haga de mi una maceta, pero dígame:¿Por qué lleva Vd. rotas las medias? Y, aquí el arcón del misterio. Aquí el truco y la sorpresa. Aquí el pasmo y el saltito y el ¡calle, calle, que buena! Se abrió el mundo cuando, dulce, Socorrito Picaperas respondió:<Las llevo rotas porque yo no se coserlas.> |
SI PARA RECOBRAR
Si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido, si para conseguir lo conseguido tuve que soportar lo soportado, si para estar ahora enamorado fue menester haber estado herido, tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado. Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado. |
salud..
|
AMOR INSATISFECHO
Mi corazón se siente satisfecho de haberte amado y nunca poseído; así tu amor se salva del olvido igual que mi ternura del despecho. Jamás te vi desnuda sobre el lecho, ni oí tu voz muriéndose en mi oído; así ese bien fugaz no ha convertido un ancho amor en un placer estrecho. Cuanto el deleite suma a lo vivido acrecentado se lo resta el pecho, pues la ilusión se va por el sentido. Y en ese hacer y deshacer lo hecho, sólo un amor se salva del olvido, y es el amor que queda insatisfecho. |
CINCO SONETOS SIN UNA VOCAL
soneto sin la a El sol en el cenit tiene esplendores, tiene hermosos crepúsculos el cielo; el ruiseñor sus trinos y su vuelo corriente el río, el céfiro rumores. Tiene el iris sus múltiples colores, todo intenso dolor tiene consuelo; tienen mujeres mil, pechos de hielo y el pomposo vergel tiene sus flores. Tienen sus religiones los creyentes, tiene mucho de feo ser beodo, tiene poco de pulcro decir mientes. Todo lo tiene el que lo tiene todo, y tiene veintemil inconvenientes el escribir sonetos de este modo. soneto sin la e Con ojillos oscuros, luminosos, ambas tan blancas como dos palomas, cruzando prados y salvando lomas hoy las vi con dos pícaros gomosos. Iban con ambas pollas orgullosos, cortándolas aquí jugosas pomas, dándolas más allá lícitas bromas, pasando así las horas muy gozosos. Cuando callaron todos los rüidos y la pálida luz agonizaba, los pájaros volaban a sus nidos. Y sus hojas la flor mustia doblaba, y los cuatro cogidos por las manos tornaron a sus casas muy ufanos. soneto sin la i Blanca como la luz que el alba arroja, pura como la flor que el aura mece, por ella culto, pero noble, crece, este amor que locura se me antoja. Cuando en llanto su faz la pena moja, ¡cuán hermosa a los ojos aparece! ¡Tanto el pudor en ella resplandece, que, al ensalzar sus galas, se sonroja! Pero su corazón amor no altera; yo del suyo soñando con la palma juré adorarla con el alma entera. ¡Mas todo ve con desdeñosa calma! ¿qué alcanzará? que grande, hasta que muera, guarde entero su amor por ella el alma. soneto sin la o Gime desamparada Magdalena, víctima de pesares que la matan; y sus pupilas el raudal desatan de lágrimas que causan tanta pena. Ayer amaba de esperanza llena; mas ya, ¿qué dichas a la vida le atan? ¿A qué vivir, si así se desbaratan venturas en que sueña un alma buena? ¿Quién tal infamia tiene permitida? El que al pie del altar la fe le jura, huye y la deja en la amargura hundida, ¡a ella siempre buena y siempre pura!... Virtud, santa virtud, ¡sé tú la egida de esa infeliz que gime sin ventura! soneto sin la u Soneto me pedís en donde omita la postrera vocal del alfabeto; y en dos por tres pergeñaré el soneto si no se llega a enmarañar la pita. Nadie para tal obra necesita estar de genio y de saber repleto; basta paciencia y sale del aprieto toda persona en el mirar perita. ¡Vanidoso! exclamáis, ante el sentido del octavo renglón; mas yo no paso por mote a mi entender inmerecido. Vanidad, si la tengo, será acaso en haberme de sobra conocido para no pedir sitio en el Parnaso. |
DESVESTIDO
La noche, deseosa, apenumbrada, te quitó sin pensar las zapatillas... y —por sentirse blanca y alumbrada— desnudó blancamente tus rodillas. Luego —por diversión, sin decir nada— la noche se llevó tu blusa larga y te arrancó la falda ensimismada como una cosa tímida y amarga. Después te colocaste travesura: desnudaste tus pechos por ternura y —hablando de un amor vago, inconexo— Porque si y porque no, a medio reproche, desnudaste también, entre la noche, la noche pequeñita de tu sexo. |
EL CONDE SISEBUTO
A cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo, existe un castillo viejo que edificó Chindasvinto. Perteneció a un gran señor algo feudal y algo bruto; se llamaba Sisebuto, y su esposa, Leonor, y Cunegunda, su hermana, y su madre, Berenguela, y una prima de su abuela atendía por Mariana. Y su cuñado, Vitelio, y Cleopatra, su tía, y su nieta, Rosalía, y el hijo mayor, Rogelio. Era una noche de invierno, noche cruda y tenebrosa, noche sombría, espantosa, noche atroz, noche de infierno, noche fría, noche helada, noche triste, noche oscura, noche llena de amargura, noche infausta, noche airada. En un gótico salón dormitaba Sisebuto, y un lebrel seco y enjuto roncaba en el portalón. Con quejido lastimero el viento fuera silbaba, e imponente se escuchaba el ruido del aguacero. Cabalgando en un corcel de color verde botella, raudo como una centella llega al castillo un doncel. Empapada trae la ropa por efecto de las aguas, ¡como no lleva paraguas viene el pobre hecho una sopa! Salta el foso, llega al muro, la poterna está cerrada. -¡Me ha dado mico mi amada! -exclama-. ¡Vaya un apuro! De pronto, algo que resbala siente sobre su cabeza, extiende el brazo, y tropieza ¡con la cuerda de una escala! -¡Ah!... -dice con fiero acento. -¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso. -¡Ah!.. -repite venturoso. -¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta ciento. Trepa que trepa que trepa, sube que sube que sube, en brazos cae de un querube, la hija del conde, la Pepa. En lujoso camarín introduce a su adorado, y al notar que está mojado le seca bien con serrín. -Lisardo ... mi bien, mi anhelo, único ser que yo adoro, el de los cabellos de oro, el de la nariz de cielo, ¿qué sientes, di, dueño mío?, ¿no sientes nada a mi lado?, ¿que sientes, Lisardo amado? Y él responde: -Siento frío. -¿Frío has dicho? Eso me espanta. ¿Frío has dicho? eso me inquieta. No llevarás camiseta ¿verdad?... pues toma esa manta. -Ahora hablemos del cariño que nuestras almas disloca. Yo te amo como una loca. -Yo te adoro como un niño. -Mi pasión raya en locura, si no me quieres, me mato. -La mía es un arrebato, si me olvidas, me hago cura. -¿Cura tú? ¡Por Dios bendito! No repitas esas frases, ¡en jamás de los jamases! ¡Pues estaría bonito! Hija soy de Sisebuto desde mi más tierna infancia, y aunque es mucha mi arrogancia, y aunque es un padre muy bruto, y aunque temo sus furores, y aunque sé a lo que me expongo, huyamos... vamos al Congo a ocultar nuestros amores. -Bien dicho, bien has hablado, huyamos aunque se enojen, y si algún día nos cojen, ¡que nos quiten lo bailado! En esto, un ronco ladrido retumba potente y fiero. -¿Oyes? -dice el caballero-, es el perro que me ha olido. Se abre una puerta excusada y, cual terrible huracán, entra un hombre..., luego un can..., luego nadie..., luego nada... -¡Hija infame! -ruge el conde. ¿Qué haces con este señor? ¿Dónde has dejado mi honor? ¿Dónde?, ¿dónde?, ¿dónde?, ¿dónde? Y tú, cobarde villano, antipático, repara cómo señalo tu cara con los dedos de mi mano. Después, sacando un puñal, de un solo golpe certero le enterró el cortante acero junto a la espina dorsal. El joven, naturalmente, se murió como un conejo. Ella frunció el entrecejo y enloqueció de repente. También quedó el conde loco de resultas del espanto, y el perro... no llegó a tanto, pero le faltó muy poco. Desde aquel día de horror nada se volvió a saber del conde, de su mujer, la llamada Leonor, de Cunegunda su hermana, de su madre Berenguela, de la prima de su abuela que atendía por Mariana, de su cuñado Vitelio, de Cleopatra su tía, de su nieta Rosalía ni de su chico Rogelio. Y aquí acaba la leyenda verídica, interesante, romántica, fulminante, estremecedora, horrenda, que de aquel castillo viejo entenebrece el recinto, a cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo. |
EL LUNAR
Ni el candor de tu rostro, que revela que tu sensible corazón dormita, ni tu mórbido seno que palpita, ni tu inocente gracia que consuela; ni tus brillantes ojos de gacela, ni tu boca. de grana, urna bendita donde un beso parece que se agita cual mariposa que vagar anhela, inspiran más al alma enamorada, por tus encantos celestiales loca ya tu yugo hace tiempo encadenada, que ese lunar que a adoración provoca…, ¡pequeña, fugitiva pincelada que el Amor quiso dar junto a tu boca! |
EL PERRO COJO
Con una pata colgando, despojo de una pedrada, pasó el perro por mi lado, un perro de pobre casta. Uno de esos callejeros, pobres de sangre y estampa. Nacen en cualquier rincón, de perras tristes y flacas, destinados a comer basuras de plaza en plaza. Cuando pequeños, qué finos y ágiles son en la infancia, baloncitos de peluche, tibios borlones de lana, los miman, los acurrucan, los sacan al sol, les cantan. Cuando mayores, al tiempo que ven que se fue la gracia, los dejan a su ventura, mendigos de casa en casa, sus hambres por los rincones y su sed sobre las charcas. Qué tristes ojos que tienen, que recóndita mirada como si en ella pusieran su dolor a media asta. Y se mueren de tristeza a la sombra de una tapia, si es que un lazo no les da una muerte anticipada. Yo le llamo: psss, psss, psss. Todo orejas asustadas, todo hociquito curioso, todo sed, hambre y nostalgia, el perro escucha mi voz, olfatea mis palabras como esperando o temiendo pan, caricias... o pedradas, no en vano lleva marcado un mal recuerdo en su pata. Lo vuelvo a llamar: psss, psss. Dócil a medias avanza moviendo el rabo con miedo y las orejitas gachas. Chasco los dedos; le digo: "ven aquí, no te hago nada, vamos, vamos, ven aquí". Y adiós la desconfianza. Que ya se tiende a mis pies, a tiernos aullidos habla, ladra para hablar más fuerte, salta, gira; gira, salta; llora, ríe; ríe, llora; lengua, orejas, ojos, patas y el rabo es un incansable abanico de palabras. Es su alegría tan grande que más que hablarme, me canta. "¿Qué piedra te dejó cojo? Sí, sí, sí, malhaya". El perro me entiende; sabe que maldigo la pedrada, aquella pedrada dura que le destrozó la pata y él, con el rabo, me dice que me agradece la lástima. "Pero tú no te preocupes, ya no ha de faltarte nada. Yo también soy callejero, aunque de distintas plazas y a patita coja y triste voy de jornada en jornada. Las piedras que me tiraron me dejaron coja el alma. Entre basuras de tierra tengo mi pan y mi almohada. Vamos, pues, perrito mío, vamos, anda que te anda, con nuestra cojera a cuestas, con nuestra tristeza en andas, yo por mis calles oscuras, tú por tus calles calladas, tú la pedrada en el cuerpo, yo la pedrada en el alma y cuando mueras, amigo, yo te enterraré en mi casa bajo un letrero: «aquí yace un amigo de mi infancia». Y en el cielo de los perros, pan tierno y carne mechada, te regalará San Roque una muleta de plata. Compañeros, si los hay, amigos donde los haya, mi perro y yo por la vida: pan pobre, rica compaña.... Era joven y era viejo; por más que yo lo cuidaba, el tiempo malo pasado lo dejó medio sin alma. Y fueron muchas las hambres, mucho peso en sus tres patas y una mañana, en el huerto, debajo de mi ventana, lo encontré tendido, frío, como una piedra mojada, un duro musgo de pelo, con el rocío brillaba. Ya estaba mi pobre perro muerto de las cuatro patas. Hacia el cielo de los perros se fue, anda que te anda, las orejas de relente y el hociquillo de escarcha. Portero y dueño del cielo San Roque en la puerta estaba: ortopédico de mimos, cirujano de palabras, bien surtido de intercambios con que curar viejas taras. "Para ti... un rabo de oro; para ti... un ojo de ámbar; tú... tus orejas de nieve; tú... tus colmillos de escarcha. Y tú, —mi perro reía—, tú... tu muleta de plata". Ahora ya sé por qué está la noche agujereada: ¿Estrellas... luceros...? No, es mi perro cuando anda... con la muleta va haciendo agujeritos de plata. |
POEMA DEL AMOR PEQUEÑO
Fue breve aquella noche. Fue breve, pero bella. Poca cosa es el tiempo, que es también poca cosa, porque nadie ha sabido lo que dura una estrella aunque todos sepamos lo que dura una cosa. Nuestro amor de una noche fue un gran amor pequeño que rodó por la sombra como un dado sin suerte, pero nadie ha sabido lo que dura un ensueño aunque todos sepamos lo que dura la muerte. Una noche es eterna para el que no la olvida, y el tiempo nada importa para el sueño y la flor, y, como nadie sabe lo que dura la vida, nadie sabe tampoco lo que dura el amor. |
POEMA DEL RENUNCIAMIENTO
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás. Soñaré con el nácar virginal de tu frente, soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar, soñaré con tus labios desesperadamente, soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás. Quizás pases con otro que te diga al oído esas frases que nadie como yo te dirá; y, ahogando para siempre mi amor inadvertido, te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás. Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible, como un sueño que nunca lograré realizar; y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás. Y si un día una lágrima denuncia mi tormento, —el tormento infinito que te debo ocultar—, te diré sonriente: «No es nada... ha sido el viento». Me enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás! |
POEMA PARA OLVIDARTE
Amar -nadie lo ignora- viene a ser como un juego: el juego de dos almas y el juego de dos vidas. Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego, si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas. Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo sutil de detenerse mientras sigue adelante, y una mujer bonita puede olvidarlo todo menos su última cita con su primer amante. Por eso, allá... tan lejos.. en tus tardes de hastío, puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste llenó de mariposas tu corazón vacío y de fechas alegres tu calendario triste. Y como tu pasado no pasó todavía tendrás que recordarme viendo en tu tocador aquellos espejuelos oscuros con que un día disimulaste un poco tus ojeras de amor. Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros, te dirán que me he muerto -yo sé que será así- y te pondrás los mismos espejuelos oscuros para que nadie sepa que lloraste por mí. |
salud..
|
PROFECÍA
«Y me bendijo a mi mare; y me bendijo a mi mare. Diez séntimos le di a un pobre y me bendijo a mi mare. ¡Ay! qué limosna tan chiquita, qué recompensa tan grande. ¡Qué limosna tan chiquita, qué recompensa tan grande!» ¿A dónde vas tan deprisa sin desirme ni ¡con Dió!? Me puedes mirá de frente, que estoy enterao de tó. Me lo contaron ayer las lenguas de doble filo, que te casaste hase un mé y me quedé tan tranquilo. Otro cualquiera en mi caso, se hubiera echao a llorá, yo, crusándome de brasos dije que me daba iguá. Y ná de pegarme un tiro ni liarme a mardisiones ni apedrear con suspiros los vidrios de tus barcones. ¿Que t'has casao? ¡Buena suerte! Vive sien años contenta y a la hora de la muerte, Dios no te lo tenga en cuenta. Que si al pie de los artares mi nombre se te borró, por la gloria de mi mare que no te guardo rencor. Porque sin sé tu marío, ni tu novio, ni tu amante, yo fui quien más t'ha querío, con eso tengo bastante. * * * —¿Qué tiene er niño, Malena? Anda como trastornao, tié la carilla de pena y el colorsillo quebrao. Y ya no juega a la tropa, ni tira piedras al río, ni se destrosa la ropa subiéndose a coger níos. ¿No te parese a ti extraño, no ves una cosa rara que un chaval de dose años lleve tan triste la cara? Mira que soy perro viejo y estás demasiao tranquila. ¿Quieres que te dé un consejo? Vigilia, mujé, ¡vigila! Y fueron dos sentinela los ojitos de mi mare. —Cuando sale de la escuela se va pa los olivare. —Y ¿qué busca allí? —Una niña, tendrá el mismo tiempo que él. José Migué, no le riñas, que está empesando a queré. Mi pare ensendió un pitillo, se enteró bien de tu nombre, te regaló unos sarsillos y a mí un pantalón de hombre. Yo no te dije «te adoro» pero amarré en tu barcón mi laso de seda y oro de primera comunión. Y tú, fina y orgullosa, me ofresiste en recompensa dos sintas color de rosa que engalanaban tus trensas. —Voy a misa con mis primos. —Bueno, te veré en la hermita. Y qué serios nos pusimos al darte el agua bendita. Mas luego en el campanario, cuando rompimos a hablar: —Dise mi tita Rosario que la sigüeña es sagrá, y el colorín, y la fuente, y las flores, y el rosío, y aquel torito valiente que está bebiendo en el río; y el bronse de esta campana, y el romero de los montes, y aquella línea lejana que la llaman... ¡horisonte! ¡Todo es sagrao: tierra y sielo porque así lo quiso Dió! ¿Qué te gusta más? —Tu pelo. ¡Qué bonito me salió! —Pues, ¿y tu boca, y tus brasos, y tus manos reonditas, y tus pies fingiendo el paso de las palomas suritas? Con la puresa de un copo de nieve te comparé; te revestí de piropos de la cabesa a los pié. A la vuerta te hise un ramo de pitiminí, presioso y a luego nos retratamos en las agüitas de un poso. Y hablando de estas pamplinas que inventan las criaturas, llegamos hasta tu esquina cogíos por la sintura. Yo te pregunté: —¿En qué piensas? Tú dijiste: —En darte un beso. Y yo sentí una vergüensa que me caló hasta los huesos. De noche, muertos de luna, nos vimos por la ventana. —¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna, le estoy cantando la nana. «Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi mare no quiere ni yo tampoco». Y mientras que tú cantabas yo, inosente me pensé que nos casaba la luna como a marío y mujé. ¡Pamplinas! ¡Figurasiones que se inventan los chavales! Después la vida se impone: tanto tienes, tanto vales; por eso, yo al enterarme que llevas un mes casá, no dije que iba a matarme, sino que me daba iguá. Mas como es rico tu dueño, te vendo esta profesía: tú, por la noche, entre sueños soñarás que me querías, y recordarás la tarde que mi boca te besó y te llamarás «¡cobarde!» como te lo llamo yo. Y verás, sueña que sueña, que me morí siendo chico y se llevó la sigüeña mi corasón en su pico. Pensarás: «no es sierto ná, yo sé que lo estoy soñando»; pero allá en la madrugá te despertarás llorando, por el que no es tu marío, ni tu novio, ni tu amante, sino el que más te ha querío. Con eso tengo bastante. Por lo demás, tó se orvía. Verás cómo Dios te manda un hijo como una estrella; avísame de seguía, me servirá de alegría cantarle la nana aquella: «Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi mare no quiere ni yo tampoco». Pensarás: «no es sierto ná, yo sé que lo estoy soñando». Pero allá en la madrugá te despertarás llorando. Porque sin sé tu marío, ni tu novio, ni tu amante, yo soy... quien más t'ha querío... ¡Con eso tengo bastante! |
POEMA DEL RÍO
Únicamente el río conoce tu secreto, ese secreto tuyo que es el secreto mío. El río es un hombre de corazón inquieto pero el amor se aleja como el agua del río. Únicamente el río nos vio por la vereda, y el rumor de sus aguas era como un reproche. Tu piel era más blanca bajo la magra seda, como el deslumbramiento de la nieve en la noche. No importa que huya el agua como un amor de un día; mi amor, igual que el río, se quedará aunque huya. Únicamente el río supo que fuiste mía, para que mí alma fuera profundamente tuya. El río es como un viaje para el sueño del hombre, el hombre, es como el río, un gran dolor en viaje. Únicamente el río te oyó decir mí nombre cuando las hojas secas decoraron tu traje. Sí. El río es como un hombre de corazón inquieto que va encendiendo hogueras y se muere de frío. Únicamente el río conoce tu secreto. Únicamente el río. |
SEGUNDO POEMA DEL RÍO
I Íbamos en la noche con tu sueño y el mío, donde empiezan tus ojos y termina las sombra. Y allá, bajos los puentes, iba cantando el río la inquietud que se olvida y el dolor que se nombra. Vivir es una ciencia, pero amar es un arte; y, puesto que quien ama va viviendo su muerte, nadie sabrá que un día te besé sin besarte, ni que te he poseído también, sin poseerte. Y supe que la nieve puede ser una brasa, aquella tibia noche de silencio y de seda, y que, antes que una nube fugitiva que pasa quiero ser en tu vida la raíz que se queda. II Íbamos en la noche con tu sueño y el mío, y la luna crecía, como si nos mirara, mientras junto a nosotros iba cantando el río todo lo que callábamos bajo la noche clara. El amor, que embellece todas las cosas bellas, sobrevive a las culpas, no a los reproches; y yo seré en tu vida como son las estrellas, que durarán brillando lo que duren las noches... Y amaré en tu sonrisa todo lo que tú amas, para que tus recuerdos se unan a mis olvidos, al igual que esos árboles que enlazaron sus ramas, y que unidos florecen hasta morir juntos. III Es dulce ir en la noche con tu sueño y mi sueño y sentir que mí mano te besa si te toca; y es grande esta ternura de sentirse pequeño, cuando el sueño termina donde empieza tu boca. Y ver crecer la noche temblorosa de frío, en esta sofocante plenitud del verano, oyendo el melancólico monólogo del río que dice dulcemente lo que callas en vano. Y luego estar contento y a la vez triste, viendo pasar el agua sin que nunca este ausente, mujer que estas conmigo después que ya te fuiste, pues te vas y te quedas, igual que la corriente. |
AMARETO
Quiero ver en tus ojos el destello, la inquietud de mi fibra, el rocío en tus manos asidas a mi río, el recodo en que habita lo más bello. Quiero ser en la sangre de tu sello hoja nueva en el vaso antes vacío, ser, amor, tu sabor en el estío, la delicia en el pulso de tu cuello. Quiero andar tu sudor y tu saliva, atreverme a probar el agua viva que en tu beso refleja la dulzura del estanque aromado y su tersura; agua rauda y ardiente que cautiva brillo de agua que colma mi hendidura. |
QUIERO LLEVAR TU SELLO
Quiero llevar tu sello, estar marcada como una cosa más entre tus cosas. Que las gentes murmuren: allá pasa, allá va feliz, la señalada, la que lleva en el rostro esa antigua señal de risa y lágrima, la cabellera derramada y viva, toda ella una antorcha y toda llama, musgo de eternidad sobre sus hombros resplandeciendo así, como una lámpara. A mis pies, un rumor de muchedumbre se irá abriendo en canal, como una calle. No me importa que digan: esa mujer que escapa como ráfaga, que no ve fuera de su sangre, nada, que ya no escucha fuera de sus voces, que no despierta sino entre sus brazos, que camina sonriendo; esa mujer que va segando el aire, la boca contra el viento, le pertenece toda como un libro, como el reloj, la pipa o el llavero. Como cualquier objeto imprescindible que es uno mismo a fuerza de ser nuestro. Quiero que todos sepan que te quiero: deja tu mano, amor, sobre mi mano. Sobre mi corazón, deja tu sello. |
POEMA DE LA CULPA*
Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo mis labios están dulces por ese amor amargo. Ella fué como un agua callada que corría ... Su es culpa tener sed, toda la culpa es mía. Perdónala Señor, tu que le diste a ella su frescura de lluvia y esplendor de estrella. Su alma era transparente como un vaso vacío: Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío. Pero, ¿cómo no amarla, si tu hicistes que fuera turbadora y fragante como la primavera? ¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío sobre la yerba seca y ávida del estío? Trataré de rechazarla, Señor, inutilmente, como un surco que intenta rechazar el simiente. Era de otro. Era de otro que no la merecía, y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía. Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño: Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño. Y ella me dió su amor como se da una rosa como quien lo da todo, dando tan poca cosa... Una embriaguez extraña nos venció poco a poco: Ella no fue culpable, Señor… ni yo tampoco! La culpa es toda tuya, porque la hicistes bella y me distes los ojos para mirarla a ella. Si. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar y si es culpa de un río cuando corre hacia el mar. Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara, que sería pecado mayor si no la amara. Y por eso, perdoname, Señor, porque es tan bella, que tú, que hicistes el agua, y la flor, y la estrella, tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre, tu también la amarías, ¡si pudieras ser hombre! |
RESPUESTA AL POEMA DE LA CULPA (EL OTRO)
Señor, yo soy el otro que también la quería, y vengo a confesarme, porque la culpa es mía. Ella tuvo la gracia fatal de nacer bella: quien la mira, ya nunca será bueno sin ella. Me duele soportar que alguno la haya amado, pero hay cosas tan bellas que no tienen pasado; y ella sólo mañana dejará de ser pura: cuando el roce del tiempo desgaste su hermosura. Ella se me dio toda, como yo me di a ella, ella me dio su flor y yo le di mi estrella; porque de su perfume trascendiendo en mi llama, no quedó un solo beso de los que él me reclama. Tal vez ella lo quiso, pero él lo dudaría, si la viera en mis brazos tan felizmente mía. Si le viera los ojos al sentirse gozada, cuando todo mi sueño le llena la mirada. No existe culpa en ella, ni en él, ni en ti Señor; y si es mía, ¡bendigo la culpa de mi amor! Hay que ser algo malo si se busca el poder, que domina la tierra sutil de la mujer. Ni demasiado malo, ni demasiado bueno, enfermé, sin morir, de su dulce veneno. Mi amor es el de un hombre, sencillamente humano, que sueña de limosna, sin extender la mano. ¡Ah! Pero él se redime, sólo a ti te condena, él te arroja su amor, para esquivar su pena. Perdónalo, Señor... Di quién la merecía, pues yo soy el culpable: ¡la quiero todavía! |
salud..
|
RIMA XXV
Cuando en la noche te envuelven las alas de tul del sueño y tus tendidas pestañas semejan arcos de ébano, por escuchar los latidos de tu corazón inquieto y reclinar tu dormida cabeza sobre mi pecho, diera, alma mía, cuanto posea: ¡la luz, el aire y el pensamiento! Cuando se clavan tus ojos en un invisible objeto y tus labios ilumina de una sonrisa el reflejo, por leer sobre tu frente el callado pensamiento que pasa como la nube del mar sobre el ancho espejo, diera, alma mía, cuanto deseo: ¡la fama, el oro, la gloria, el genio! Cuando enmudece tu lengua y se apresura tu aliento y tus mejillas se encienden y entornas tus ojos negros, por ver entre sus pestañas brillar con húmedo fuego la ardiente chispa que brota del volcán de los deseos, diera, alma mía, por cuanto espero, la fe, el espíritu, la tierra, el cielo. |
salud..
|
ROMANCE A LA GUARDIA CIVIL
Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. Con el alma de charol vienen por la carretera. Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan silencios de goma oscura y miedos de fina arena. Pasan, si quieren pasar, y ocultan en la cabeza una vaga astronomía de pistolas inconcretas. ¡Oh ciudad de los gitanos! En las esquinas banderas. La luna y la calabaza con las guindas en conserv ¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vió y no te recuerda? Ciudad de dolor y almizcle, con las torres de canela. Cuando llegaba la noche, noche que noche nochera, los gitanos en sus fraguas forjaban soles y flechas. Un caballo malherido, llamaba a todas las puertas. Gallos de vidrio cantaban por Jerez de la Frontera. El viento, vuelve desnudo la esquina de la sorpresa, en la noche platinoche noche, que noche nochera. La Virgen y San José perdieron sus castañuelas, y buscan a los gitanos para ver si las encuentran. La Virgen viene vestida con un traje de alcaldesa, de papel de chocolate con los collares de almendras. San José mueve los brazos bajo una capa de seda. Detrás va Pedro Domecq con tres sultanes de Persia. La media luna, soñaba un éxtasis de cigüeña. Estandartes y faroles invaden las azoteas. Por los espejos sollozan bailarinas sin caderas. Agua y sombra, sombra y agua por Jerez de la Frontera. ¡Oh ciudad de los gitanos! En las esquinas banderas. Apaga tus verdes luces que viene la benemérita. ¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Dejadla lejos del mar, sin peines para sus crenchas. Avanzan de dos en fondo a la ciudad de la fiesta. Un rumor de siemprevivas invade las cartucheras. Avanzan de dos en fondo. Doble nocturno de tela. El cielo, se les antoja, una vitrina de espuelas. La ciudad libre de miedo, multiplicaba sus puertas. Cuarenta guardias civiles entran a saco por ellas. Los relojes se pararon, y el coñac de las botellas se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas. Un vuelo de gritos largos se levantó en las veletas. Los sables cortan las brisas que los cascos atropellan. Por las calles de penumbra huyen las gitanas viejas con los caballos dormidos y las orzas de monedas. Por las calles empinadas suben las capas siniestras, dejando detrás fugaces remolinos de tijeras. En el portal de Belén los gitanos se congregan. San José, lleno de heridas, amortaja a una doncella. Tercos fusiles agudos por toda la noche suenan. La Virgen cura a los niños con salivilla de estrella. Pero la Guardia Civil avanza sembrando hogueras, donde joven y desnuda la imaginación se quema. Rosa la de los Camborios, gime sentada en su puerta con sus dos pechos cortados puestos en una bandeja. Y otras muchachas corrían perseguidas por sus trenzas, en un aire donde estallan rosas de pólvora negra. Cuando todos los tejados eran surcos en la tierra, el alba meció sus hombros en largo perfil de piedra. ¡Oh, ciudad de los gitanos! La Guardia Civil se aleja por un túnel de silencio mientras las llamas te cercan. ¡Oh, ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. juego de luna y arena. |
SOLEA DEL AMOR DESPRENDIO
«Mira si soy desprendío que ayer, al pasar el puente, tiré tu cariño al río». Y tú bien sabes por qué tiré tu cariño al río: porque era hebilla de esparto de un cinturón de cuchillos; porque era anillo de barro mal tasao y mal vendío, y porque era flor sin alma de un abril en compromiso, que puso, en zarzas y espinas, un fingimiento de lirios. Tiré tu cariño al río, porque era una planta sucia dentro de mi huerto limpio. Tiré tu cariño al agua, porque era una mancha negra sobre mi fachada blanca. Tiré tu cariño al río porque era mala cizaña quitando savia a mi trigo; y tiré todo tu amor, porque era muerte en mi carne y era agonía en mi voz. Tú fuiste flor de verano, sol de un beso, flor de un día; yo te cuidaba en mi mano, y en mi mano te acunaba, y tu, por pagarme, herías la mano que te cuidaba.* Pero al hacerlo, olvidabas (tal vez por ingenuidad), que te di mis sentimientos no por tus merecimientos sino por mi voluntad. Yo no puse en compraventa mi corazón encendío; y has de tener muy en cuenta que mi cariño no fue ni comprao ni vendío, sino que lo regalé. Porque yo soy desprendío; por eso te di mi rosa sin habérmela pedío. Porque yo soy desprendío y doy las cosas sin ver si se las han merecío. Por eso te di mi vela, te di el vino de mi jarro, las llaves de mi cancela y el látigo de mi carro. Ya ves si soy desprendío que anoche, al pasar el puente, tiré tu cariño al río |
CANCION A LA MUJER LEJANA
En ti recuerdo una mujer lejana, lejana de mi amor y de mi vida. A la vez diferente y parecida, como el atardecer y la mañana. En ti despierta esa mujer que duerme con tantas semejanzas misteriosas que muchas veces te pregunto cosas que solo ella podría responderme. Y te digo que es bella, porque es bella, pero no se decir, cuando lo digo, si pienso en ella porque estoy contigo o estoy contigo por pensar en ella. Y sin embargo si el azar mañana me enfrenta con ella de repente no seguiría a la mujer ausente por retener a la mujer cercana. Y sin amarte mas, pero tampoco sin separar tu mano de la mía, al verla simplemente te diría: "Esa mujer se te parece un poco". |
CANCIÓN AL OLVIDO
Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar: Árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar. Perla que en el humo se disuelve, peregrina de la emoción, la ilusión que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón. Vanamente, pretenderemos dar a una rosa mustia color. Así tampoco logramos dar nueva vida a un muerto amor. Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar: Árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar. Cuando el amor se siente extraño en el pecho, ya no es amor, y retenerlo es un engaño que tortura al engañador... Déjalo ir... deja vacío ese hueco en tu corazón, en las cenizas de tu hastío pon la brasa de otra ilusión... Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar: Árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar... Muerto está el amor al que envuelve en llamas la imaginación: La ilusión que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón. Es ley amarga de la vida de todo sueño despertar: Sobre las huellas de una huida es inútil querer soñar... Así, triste, pero sumisa, aceptando el dolor, mujer, di adiós con tu mejor sonrisa a lo que nunca ha de volver... Enigma que si se resuelve nos desencanta, es la pasión: La ilusión que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón... Juntemos, pues, las manos frías, y digamos una oración por las pasadas alegrías y por la actual desilusión. Y con humilde voz, pidamos pronto consuelo a este dolor, por lo mucho que nos amamos en lo breve de nuestro amor... Como la mar, no vuelve al río su agua, la ilusión, una vez que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón. Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar: Árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar!... Hay que vivir, hay que olvidar... |
CANCION AMARGA
Nada turba mi ser, pero estoy triste. Algo lento de sombra me golpea, aunque casi detrás de esta agonía, he tenido en mi mano las estrellas. Debe ser la caricia de lo inútil, la tristeza sin fin de ser poeta, de cantar y cantar, sin que se rompa la tragedia sin par de la existencia. Ser y no querer ser? esa es la divisa, la batalla que agota toda espera, encontrarse, ya el alma moribunda, que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas. ¡Perdóname, oh amor, si no te nombro! Fuera de tu canción soy ala seca. La muerte y yo dormimos juntamente. Cantarte a ti, tan sólo, me despierta. |
CANCION COTIDIANA
Tu amor llegó calladamente; calladamente se me fue... Porque el amor es una fuente que se nos seca de repente, sin saber cómo ni por qué. Amor de un beso que se olvida y de un suspiro que se va; amor de paso en nuestra vida, pues se le da la bienvenida cuando tal vez se aleja ya. Así tu amor fue como el mío, mujer de un claro atardecer: amor que pasa como un río, sin estancarse en el hastío ni repetirse en el placer. Amor feliz que da sin tasa, pues sólo pide, a cambio, amor; amor que deja, cuando pasa, no la ceniza de una brasa, sino el perfume de una flor. Amor que al irse no está ausente; amor sin dudas y sin fe, como este amor intrascendente, que, si llegó calladamente, calladamente se fue... |
salud..
|
DOLORES
Estaba contento yo, batiéndole al tiempo el cobre, y rimando sortilegios por los altos miradores, cuando, eclipsando esta magia, con cesto de fruta y flores, una morena maciza, de ojos un poco saltones, sonrisa de francachela, meneos de quita y no estorbes, me dejó estático, lleno de líricos empujones, revuelto de menudillos y estéticas erecciones. Me aturdió. Le pedí fuego… Y, con deditos veloces sacó cerillas, me dio, le di las gracias… y entonces pregunte: ¿Cómo te llamas? Y me respondió: Dolores. -Dolores de que- De nada. Yo, que rompo corazones, yo, que me pongo a cantar y se paran los relojes. Era guitarra su boca, era un pulso de emociones, y, era yo, pobre de mi, un capitán de faroles bordador de cien batallas de anda y no me jorobes. Balbucí… me declaré. Sus ojos eran dos noches que me dejaron a oscuras y bailando de temblores cuando me dijo: Nemesio, vive mejor sin Dolores. No picó, y sueño con ella. Ardo en mil cavilaciones, retuerzo sombras y púas y muerdo esquinas y coches, y miro un mundo de páramos, y pienso que sin Dolores no puede vivir un hombre que tiene retortijones. |
salud..
|
ELEGIA LAMENTABLE
Desde este mismo instante seremos dos extraños por estos pocos días, quien sabe cuantos años... yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido uno de esos que nadie confiesa haber leído. Y asi mañana, al vernos en la calle, al ocaso, tu bajaras los ojos y apretaras el paso, y yo, discretamente, me cambiare de acera, o encenderé un cigarro, como si no te viera... Seremos dos extraños desde este mismo instante y pasaran los meses, y tendrás otro amante: y como eres bonita, sentimental y fiel, quizás, andando el tiempo, te casaras con el. Y ya, mas que un esposo será como un amigo, aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo, y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha, se te empañen los ojos, al llegar una fecha. Acaso, cuando llueva, recordaras un día en que estuvimos juntos y en que también llovía. Y quizás nunca mas te pongas aquel traje de terciopelo verde, con adornos de encaje. O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta, cuando dobles tu almohada con mano soñolienta. Y domingo a domingo, cuando vayas a Misa, de tu casa a la Iglesia, perderás tu sonrisa. ¿Qué mas puedo decirte? Serás la esposa honesta que abanica al marido cuando ronca la siesta: tras fregar los platos y tender las camas, te pasaras las noches sacando crucigramas... y asi, años y años, hasta que, finalmente, te morirás un día, como toda la gente. Y voces que aun no existen sollozaran tu nombre, y cerraran tus ojos los hijos de otro hombre. |
La franja horaria es GMT +2. Ahora son las 07:49. |
Powered por vBulletin™ Version 3.8.10
Copyright © 2024 vBulletin Solutions, Inc. All rights reserved.
Traducido por vBsoporte - vBulletin en español
ZackYFileS - Foros de Debate